domingo, 27 de noviembre de 2011

Me presento

Mi nombre es Blanco, Bastón Blanco.

No está mal para empezar: una línea, una mentira.

Lo que sí es cierto es que utilizo un bastón blanco. No siempre: en casa me las apaño bastante bien sin él. Pero en sitios nuevos, o con poca luz, o con mucha gente, o con cosas que cambian de sitio, me manejo mucho mejor con él. Y claro, en una ciudad como Madrid, eso significa casi siempre que salgo de casa.

El bastón lleva ya conmigo seis años o así. Antes le cambiaba la punta una vez al año, pero ahora mi estilo de conducción es mucho más suave; así que una punta me puede durar tres años sin problemas.

El pobrecillo se ha doblado de mala manera dos o tres veces: cuando se traba en combate con las piernas de un peatón tan decidido como despistado, suele llevar las de perder. Salvo en una ocasión, en la que se vengó de una turista cuyos ojos admiraban el caballo de Carlos III mientras sus piernas la llevaban en otra dirección. Pobre mujer: mientras nos ayudábamos mutuamente a levantarnos, juraba en arameo por un lado de la boca y me pedía perdón por el otro.

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