Aún recuerdo la primera vez que fui a Londres con mi bastón. Y con un compañero de trabajo.
Íbamos los dos a un cursillo en un pueblecito al oeste de Inglaterra. Como teníamos tiempo, dejamos el coche de alquiler en el aeropuerto, cogimos el metro y estuvimos curioseando libros en una librería de Londres. Yo me compré un par de títulos de Stephen Baxter.
Al volver a por el coche, tomamos el metro y abordamos un vagón. Yo iba delante, con mi bastón trabajando y los libros debajo del brazo. El vagón estaba algo lleno, pero había un asiento libre, así que me senté, abrí uno de ellos y me puse a hojearlo.
Cuando llegamos a nuestra estación, mi compañero me avisó y nos bajamos. Él no paraba de reírse entre dientes.
- ¿Qué pasa, por qué te ríes?
- ¿No te has dado cuenta?
- ¿De qué?
- Cuando entramos en el vagón, una chica te vio y se levantó para ofrecerte su asiento.
- Vaya, ni la he visto.
- Pues tú bien que te sentaste.
- ¿En su asiento? Pues creí que estaba libre.
- Pues no. Y cuando abriste el libro y empezaste a leer... no te puedes ni imaginar la cara que puso.
- No jodas.
- Ya te digo (risas). Abrió los ojos como platos y se quedó inmóvil, incapaz de reaccionar (más risas).
No hay comentarios:
Publicar un comentario